Sobre este blog


Leandro de Carvalho, Pixabay

 

Estimado lector:

Te vas a adentrar en una lectura que invita a la reflexión de una manera cercana y poética. 

Todas las entradas tienen una lógica secuencial por lo que te aconsejo que comiences leyendo de principio a fin, incluida la parte "sobre mí".

Es necesario que leas despacio para que te de tiempo a asimilar la nueva información que te está llegando. El punto de vista que expongo no se corresponde con la programación que nuestro cerebro ha sido educado. Si sientes un rechazo a algo escrito, una reacción automática, esto es una manifestación directa de esa programación. Una resistencia.

La programación automática del cerebro manifiesta la resistencia a modo de protección. No le gusta salirse de lo que ya conoce porque le da miedo. En este caso la elección de continuar leyendo o no será tuya.

Consejo: no te pelees con la resistencia. Sencillamente acompáñala como si fuera un niño que no quiere ir al colegio. Desde la amabilidad hacia uno mismo la resistencia cede.

Decidas lo que decidas, hagas lo que hagas, me siento feliz de que hayas llegado hasta aquí.

Disfruta de la lectura.

Cristina Romea


Nota: No soy muy ágil con la tecnología. Si al final de la página os sale esto: Entradas antiguas, pinchar en el enlace. El blog finaliza con un poema. Seguir el orden es importante.

 

Sobre mí

Escritora humanista reflexiva y poética. 

Nací en 1971 en Sabadell (Barcelona).

Crecí en la frontera entre el ayer y el hoy donde en los colegios, familias y sociedad quedaban fuertes bases dictatoriales. Los conocimientos sobre la influencia del ambiente emocional en los entornos era una campo desconocido.

En mi caso, la orientación hacia el desarrollo interno quedó bloqueada a los trece años cuando el director recomendó a mis padres que no invirtieran en mí. Pasaba los días en la fila de los tontos. Así, en mi inconsciente, quedó oculta la marca de inútil. Esta creencia me llevó a experimentar profundas crisis en la edad adulta que me obligaron a pasar por terapia y a investigar por mi cuenta las consecuencias  de las bases educativas dictatoriales en las etapas más tempranas. 

Indagué en la psicología, la historia y la reflexión. No me detuve hasta hallar respuestas. Mi vida ha sido un proceso del que hoy en día estoy orgullosa pues puedo darle sentido con mis creaciones. 

Consciente de que muchas personas han podido experimentar algo parecido, he volcado mi trabajo en la novela Pan con vino y azúcar (Amazon) 2018, junto con las reflexiones Evolución que comparto en este blog y ponencias ante el público donde desvelo las claves reflexivas de un pensamiento heredado de carencia ligado al miedo y a la culpabilidad irracional. Esta herencia daña la autoestima.

La recuperación de valores éticos y morales que nos unen como personas, el perdón hacia nuestra historia individual y colectiva o dignificar el pasado para dignificar el presente y construir futuro, son asignaturas pendientes. Mis creaciones humanistas, apuestan por ello.


Cristina Romea 

Novela Pan con vino y azúcar

Mónica, la protagonista de la novela, está condicionada emocionalmente en su vida. Tras una crisis de ansiedad acude a una consulta terapéutica donde será guiada por el doctor Lluc para desvelar los bloqueos emocionales que le limitan. 

El viaje emocional de Mónica nos adentrará a la comprensión de la historia de tres generaciones. El contexto histórico donde crecieron sus abuelos y sus padres formaron creencias limitantes en el inconsciente causantes de los bloqueos de Mónica. 

La liberación emocional será su única vía de trascender el dolor hacia el Amor incondicional. Desde la comprensión profunda de las circunstancias y el perdón.

 Compra de ejemplares:    Amazon - Pan con vino y azúcar







Ponencias

Nanclares (Álava)

Reznos (Soria) 

Biblioteca Ignacio Aldecoa (Vitoria)




Nuestros orígenes: Peñalcázar - Escenario de la novela


El escenario de la novela está recreado en el pueblo donde nació mi abuela: Peñalcázar (Soria). Lleno de riqueza histórica. 

En este post deseo centrarme en la generación de mi abuela tras la Guerra Civil Española.

Tenemos un escenario desolado donde es necesario sacar las fuerzas internas para volver a construir. Trabajar de sol a sol; Hacer trueque; unirse con las personas de confianza; tener cuidado con la guardia civil; portarse como es debido... Historias llenas de luces y sombras. Confianza, desconfianza y... miedo. Miedo a perder. 

Aún así, la vida volvió a comenzar. ¡Y sin psicólogos post-trauma! ¿Cómo lo hicieron?

Aferrándose a los buenos recuerdos. Creando momentos únicos de unión: la matanza del cerdo; pasear hasta la estación del tren; sentarse a la fresca bajo las estrellas; sacar el genio cuando era necesario un límite; abriendo la puerta a conocidos: "donde comen tres, comen cuatro"; conectando con la naturaleza y sus recursos: cogiendo tomillo, té, manzanilla. Bañándose en las aguas nítidas del río Manubles; caminar más de siete kilómetros por el monte para tomarse un café con algún amigo de algún pueblo vecino...

¿Y en la parte más oscura?

Alguna mujer destruida en su dignidad por abusos de la barbarie; quebrantamiento mental del dolor insoportable empujando al suicidio; tristeza profunda por la muerte de algún hijo; peleas o denuncias por envidia o rencor...

En este contexto histórico se formó mi abuela. Sus manos tenían artrosis de tanto trabajar. Y sabañones en los días de invierno por acudir al lavadero. Fue una auténtica heroína. ¡Y cocinaba de bien! 

Año 2024: Abuela, ¡he pedido el divorcio por lo harta que estoy de poner lavadoras! ¡Siempre me toca a mí! Mañana pediré cita con el psicólogo. Estoy traumatizada.

VALOR...

Cuando visitéis Peñalcázar pasear en silencio entre sus calles. Si lo hacéis con respeto, sentiréis un sobrecogimiento. Son las voces del ayer reclamando dignidad. Ellos forman parte de nosotros.

Estar atentos porque es cierto que sus rincones hablan. Es un punto estratégico y energético importante. La última vez que estuve me detuve en la era, de espalda a la ermita. Sentí ganas de llorar ante un pueblo desaparecido. Entonces una voz susurró cerca de mí:

-Recuerda cómo vivimos. Haz de tu vida la creación más sublime en esencia: proyecta el amor a nuestra historia. Necesitamos el perdón. Libertad.

-No hay culpables, abuela. No hay culpables...

"Peñalcázar existe con sus cimientos derruidos. A la espera de que nuevas civilizaciones remuevan entre sus escombros hasta encontrar en ellos la raíz latente que aporte sentido a la existencia". 

Pág.11 Pan con vino y azúcar.



En este enlace podéis ver un espectacular vídeo de Peñalcázar.

Vídeo de Antonio Vallano





Evolución

 


A lo largo de los siglos el ser humano ha experimentado etapas en las que los cambios han significado un avance en el modo de relacionarse y construir. Dentro de esos cambios el dolor siempre ha estado presente debido a la distinción de las clases sociales, los desajustes humanitarios y las guerras. Etapas evolutivas que se repiten dentro de un ciclo constante llamado vida.

¿Cuál será el siguiente cambio? Quizá ya estemos contribuyendo a ello.

En los últimos años hemos dado un salto, inimaginable para muchos de nuestros antepasados, en tecnología.  Hemos ganado en calidad de vida a comparación con nuestros abuelos. Y se nos ha abierto un campo nuevo hacia el conocimiento de las emociones.

Ahora bien, ¿avanzamos en humanidad? ¿Nos posicionamos en los valores que nos unen en esencia para construir? ¿Cuánto influyen las experiencias pasadas en la desconfianza? ¿Qué es la carencia? ¿Cooperar o competir?

Comprender quienes somos en valores humanos nos acerca a la pluralidad. Nos ayuda a salir del "yo" para adentrarnos en la conciencia del "Nosotros", acercándonos a la paz.

 

 

Ritmo evolutivo

 

Ngo Minh Tuan Pixabay

Si habéis visitado alguna vez el Museo de la Evolución del hombre, os habréis dado cuenta de los cambios constantes que ha sufrido nuestro planeta Tierra y el ser humano. Todos esos cambios han ido acompañados por el ritmo de evolución y regeneración natural: lento y constante.

En el caso de las personas, nuestro cerebro requiere de tiempo y calidad para integrar conocimientos que adquirimos del medio, filtrarlos en nuestro interior y volver a expresarlos de manera creativa y constructiva hacia el medio y sociedad.

En el caso del planeta Tierra, sus recursos son renovables a largo plazo debido a ese ritmo lento y constante de regeneración natural.

Actualmente, ese ritmo evolutivo se encuentra en peligro, tanto en nuestro planeta como en nosotros mismos. Las crisis económicas generan grandes desajustes a nivel humanitario que incitan cometer actos egocéntricos en todos los niveles. Todo este desajuste encauza al ritmo de la evolución biológica, socio-cultural y medioambiental hacia la enfermedad.


Respirar

 



La conexión con uno mismo está estrechamente ligada a la respiración natural (lenta y constante). Las preocupaciones y el estrés acortan su ritmo natural, cerrando el diafragma. Así, los pensamientos negativos se aglutinan, las tensiones bloquean la musculatura y el sistema inmunológico cae. El alma se duerme.

Si observamos la naturaleza esta se muestra ante nosotros con un movimiento lento y constante. Nuestra respiración podría compararse con el oleaje del mar. Cuando está en calma muestra tranquilidad. Las olas van y vienen manteniendo la vida en su interior. Cuando el oleaje está bravo, su movimiento genera turbulencias internas alterando el ecosistema. Nuestra respiración actúa similar.

Cuando sentimos angustia por manifestaciones de crisis o bucles, podemos paliar los efectos prestando atención al centro del corazón y a la respiración. De esta manera cambiamos el foco dando más importancia al aire que entra y sale por los pulmones.

Imaginad que una mañana os levantáis de la cama y notáis el ambiente de la casa cargado. Entonces abrimos las ventanas y en cuestión de segundos la ventilación se lleva esa energía cargada. El mecanismo diafragmático son las ventanas.

Cuando nacemos respiramos de manera natural. Cuando somos adultos nos tenemos que recordar que estamos respirando erróneamente ante las obligaciones que arrastran a la prisa. Olvidarse de la respiración natural es olvidarse de uno mismo.


No somos carentes

Conocer de dónde venimos es importante para saber las bases emocionales que llevamos en el inconsciente colectivo.

Toda relación basada en la necesidad lleva una base emocional de miedo a perder heredada.

Las generaciones que crecieron tras la Guerra Civil Española vivieron desde un pensamiento de supervivencia y carencia. Las creencias que se formaron dentro del contexto histórico fueron evolucionando a medida en que la sociedad avanzaba. Aún así, hay aspectos pendientes de evolucionar para sanar la percepción y la comunicación, como la creencia de que somos incompletos.

El pensamiento de carencia se formó para controlar a la población con el fin de mantener un sistema jerárquico. En el inconsciente se instaló la base del miedo y la culpabilidad irracional de la siguiente manera:

  • Dividir a la población por géneros.
  • Castrar la sexualidad mediante la culpa.

Se logró:

  • Evitar que la mujer conectara con su hemisferio izquierdo: pensar, razonar y aportar nuevas ideas sociales.
  • Evitar que el hombre conectara con su hemisferio derecho: intuición, sentimientos, creatividad.
  • Romper la comunicación en integridad cooperativa: dominio-sumisión-dominio.
  • Evitar sentir placer y comunicación entre personas: la sexualidad responsable es comunicación sensitiva, acerca al bienestar, genera equidad, crea nuevas formas amorosas y creativas de convivencia, incita a la cooperación.
  • Objetivo conseguido: el hombre como mano de obra de la sociedad. La mujer como mano de obra del hombre.

Consecuencias

  • Necesidad posesiva del otro.  Rol materno-paternal. Pérdida de apetito sexual (el inconsciente identificará a la pareja como padre/madre). Esto en psicología se llama incesto simbólico.
  • Si creo que soy incompleto tendré miedo a perder. La relación se basará en un interés de supervivencia. (Curioso los conflictos abundantes actuales en los divorcios que se inician de mutuo acuerdo). También curioso el miedo al compromiso y el aumento del sexo efímero unido a la pérdida de respeto hacia uno mismo.
  • Otra nota, independientemente de la decantación sexual, el conflicto emocional surge en todos por igual pues la energía masculina y femenina (hemisferio derecho e izquierdo, viven dentro de cada uno).

El inconsciente no pierde la información. Las herencias emocionales siguen vigentes. La toma de conciencia lleva al cambio para sentirnos completos, elevando a la autoestima.

Debemos comprender que dentro de la sociedad patriarcal, ellos hicieron lo que pudieron. A pesar del miedo el Amor nunca dejó de existir.

 




 

El sentido de la pertenencia

 

Mabel Ander Pixabay

De vez en cuando me gusta pasear por lugares tranquilos. Estos paseos me sirven para crear paralelismos entre la naturaleza y nuestra manera de vivir.

Paseando por un bosque reflexioné: “árboles creciendo juntos. Cada uno se alimenta de sus propias raíces. Distintas especies forman un conjunto paisajístico. No falta ni sobra ningún árbol. Si se quita alguno el paisaje cambiará y su función variará”.

La naturaleza crea paisajes y microclimas para acoger a la vida. Es un trabajo de cooperación sin posesión.

El paralelismo encontrado fue: “pertenezco a este mundo aunque nada ni nadie me pertenece”. Y la libertad se despertó en mí.


Emociones

 

Elisa Riva Pixabay


Las emociones son como los cambios de marcha de un vehículo. Se manifiestan adaptándose a la carretera. Si encontramos una pendiente, reducimos la marcha y subimos despacito. Si el camino está despejado, podemos meter la quinta marcha y sentir la velocidad.

Quien conduce el vehículo somos nosotros pero nosotros no somos las marchas. Y, lo mismo que no hay marchas mejores ni peores tampoco hay emociones malas o buenas.

Existen dos emociones básicas: el amor y el miedo. Todas las demás derivan de ellas. Unas son positivas y otras, negativas. Todas tienen su utilidad.

Si voy al campo y veo una serpiente, sentiré miedo para protegerme.

Si alguien reclama mi ayuda, sentiré amor empático para ayudar.

Si percibo que quien reclama mi ayuda quiere aprovecharse de mí porque en mi recorrido de vida sucedió una vez, entonces está actuando el miedo irracional quien identifica una nueva situación a una experiencia pasada. El resultado será la omisión de la ayuda y un enfado de culpabilidad interna por haber permitido un abuso (las emociones no viven en el tiempo lineal. No saben que lo sucedido ya pasó). En este caso, la experiencia pasada domina en el presente pues la emoción está anclada en lo sucedido anteriormente. Aquí se formó una creencia: ayudar=abuso. En este caso para liberar la percepción errónea tendré que trabajar la emoción que quedó anclada en la creencia. Gestionando la culpabilidad enjuiciadora y el perdón hacia mí misma por permitir en su momento un abuso. Comprendiendo que si actué así fue porque no supe hacerlo de otra manera. 

De nuevo surgirá el sentimiento de culpa con la utilidad de corregir en lugar de anclar el juicio. Las oportunidades evolutivas son a diario.

La etimología procede del griego emovere que significa mover. Por lo tanto, las emociones mueven el pensamiento para generar acciones. Si domina el miedo irracional, las acciones serán reactivas. Si domina el amor, las acciones serán reflexivas y cooperativas. 

Ahora bien, ¿tenemos opción para elegir nuestras emociones? Los estados emocionales están condicionados por cuanto hemos aprendido en las etapas más tempranas de nuestra existencia. El camino para desaprender parte de nuestra propia voluntad, por lo tanto, la opción existe.

 


El sentimiento de culpa



El sentimiento de culpa tiene una funcionalidad útil que ayuda a corregir un error ético o moral. Es decir, corregimos el error y seguimos viviendo. Por lo tanto la culpa cumple su misión evolutiva.

El uso disfuncional aprendido en la educación autoritaria es perpetuar un castigo infundiendo miedo.
Cuando el sentimiento de culpa perdura ante los errores mínimos que podemos cometer a diario, o repetitivos, puede encaminarnos a la tristeza pues estamos utilizando un castigo interno en lugar de una corrección.

La voz interna de la culpabilidad autoritaria es enjuiciadora y disfuncional. No resuelve. Encamina a la mente hacia un castigo con pensamientos repetitivos de bucle aumentando la reactividad emocional. Proyectando dolor interno y externo.

 

 

 


De la culpa al perdón

 



Quien más o quien menos ha vivido alguna vez situaciones dolorosas. Estas han conectado con una emoción concreta causante de una reacción. Esa reacción ha generado dolor en uno mismo o en otra persona.

Ante una situación que el cerebro considere amenazante reacciona atacando pues se posiciona en situación de víctima y a la vez, verdugo. En este sentido puede ocurrir que la persona se culpabilice a sí misma o a los demás. Estas reacciones, lejos de liberar, encadenan aún más al dolor y al sufrimiento.

En cambio, cuando la situación se analiza desde la neutralidad emocionalalejada de la culpabilidad enjuiciadora, se accede al perdón, nuestra arma de liberación.

 


Acto de valentía

 

Jędrzej Koralewski pixabay

Cada uno de nosotros nace en un país, con una cultura determinada, dentro de una familia donde cada uno de los integrantes está condicionado por su educación y época de nacimiento. Esa educación se transmite al nuevo miembro heredando este una serie de creencias y limitaciones arraigadas. Esas creencias quedan grabadas en su interior condicionando su presente.

En algún momento de la existencia esa persona puede tener deseos de experimentar la vida según siente en su interior, no según le han enseñado. Es preciso tener en cuenta que cuando esta situación se manifiesta el sentimiento de culpa aparece pues salirnos del rebaño implica “traición”.

Para llevar a cabo este proceso es necesario enfrentarse, sin violencia y con respeto, a los miedos internos y a las estructuras familiares heredadas. Los pequeños cambios son los que generan grandes movimientos y estos comienzan con la escucha hacia uno mismo. Realizando cuanto se siente en el interior para beneficio propio y común. Estas pequeñas acciones serán un acto de valentía.

 


Reconocimiento

Noel Bauza, Pixabay

El pensamiento de carencia impide que reconozcamos la existencia como tal. 

Nuestros antepasados aprendieron a reconocerse por aquello que tenían. Así nació el estatus. Cuanto más se tenía, más reconocimiento. Esta manera de percibirse trajo al presente una herencia emocional que actualmente se traduce en envidia, avaricia y exceso de consumo. 

Como veis, percibirnos incompletos tiene unas repercusiones comunicativas y sociales poco favorables para el equilibrio y bienestar común.

Es muy habitual encontrarnos con alguna persona y que esta nos pregunte por nuestro trabajo o por nuestros estudios. Rara vez respirará, nos mirará a los ojos y nos comentará sinceramente: “¡qué bien te veo!” Si os encontráis con alguien así podéis deteneros y darle un abrazo sin reparos pues os estará reconociendo por lo que sois, no por lo que hacéis.

En nuestra sociedad el reconocimiento está invertido. Nos valoramos por lo que hacemos, no por lo que somos. Desde este punto nacen las exigencias y las autoexigencias para ser reconocidos mediante un logro.

A menudo, perseguimos el éxito dejando nuestro bienestar al margen sin ser conscientes de que el reconocimiento ya lo tenemos sencillamente por existir.

Lo que hacemos es el medio por donde extendemos nuestra esencia. Sin nuestra labor, nuestro universo, el de cada uno, se queda en cenizas pues no puede extenderse y pierde su capacidad de crecimiento evolutivo.

Cuando el reconocimiento y el valor están orientados a nuestra naturaleza interna, la capacidad para crear y extendernos mediante una actividad surge con la motivación y esta a su vez encamina al éxito. Cuando el valor se enfoca en los logros sin el reconocimiento interno, el éxito obtenido es efímero y carente de esencia.

La pregunta: “¿para qué estoy haciendo lo que estoy haciendo?” ayuda a obtener respuestas. Si esa respuesta está ligada a una búsqueda de reconocimiento, el proceso debe ser invertido pues el reconocimiento no está afuera, sino en uno mismo.


El dinero

 

Kris en Pixabay

Una de las creencias que heredamos del pensamiento de carencia es que el dinero hay que perseguirlo o conseguirlo a toda costa. Es evidente que no se puede vivir sin dinero. Es nuestra moneda de cambio para cubrir las necesidades básicas que garantizan la supervivencia y la dignidad humana.

El dinero no se consigue; está. El hecho de que creamos que no está provoca un desajuste en todos los niveles que parte del miedo a perder. Otra cosa es que en nuestras cuentas tengamos mucho o poco dinero. Hablo de la percepción hacia el dinero.

Trabajar creyendo que el único objetivo es conseguir dinero desmotiva pues acudir a cualquier lugar de trabajo implica un esfuerzo diario considerable. Trabajar tiene dos objetivos: cooperar en un servicio y recibir dinero a cambio.

Ejercemos un trabajo. Ese trabajo ayuda a cumplir un fin entre empresa, sociedad y familia o vida propia. El dinero llega por la prestación del servicio. Y ese dinero sirve para repartir en las distintas áreas de la vida. A su vez pagamos impuestos. Que se reparten dentro de un sistema de Seguridad Social creado en su momento para ser cooperativo y solidario. Quien se quede sin empleo estará mínimamente cubierto. El tiempo del desempleo permite rehabilitarse en cualquier área para volver a proyectarse en sociedad y no romper el círculo cooperativo.

Así de sencillo.

Pero como el foco está puesto en conseguir el dinero a toda costa entra la corrupción, la desmotivación, las bajas, las enfermedades, el desequilibrio mental, los abusos empresariales, los desvíos de fondos y el sálvese quien pueda que yo miro por mí. Se rompe el sistema cooperativo construido. La vida de nuestros antepasados entonces pierde valor pues volvemos a repetir la misma carencia. Se reduce el presupuesto en bienestar social (educación, sanidad, salud mental). Y el futuro de nuestros hijos queda en incertidumbre: "la vida es dura"... ¡¿De verdad?! Y ellos nos responden: "¡ni estudio, ni trabajo!, no he nacido para sufrir".  

Cuando perseguimos algo, ese algo huye. Creamos el efecto contrario. Es la actitud quien ayuda en los cambios, no el dinero. Cada uno que reflexione sobre su granito de arena. Si continuamos así y unimos todos, obtendremos un desierto.

 


Amenazas irreales

 

Derek Tung, Pixabay

El miedo es un mecanismo de defensa que tiene sentido cuando se viven situaciones amenazadoras. Pero como ya sabéis, el pensamiento de carencia desde el miedo irracional, nos ha enseñado a sentirnos y vernos divididos por lo tanto creemos que nos podemos dañar. Es la base del miedo a perder o a morir.

Dentro de un conflicto, el grado del miedo irracional, se incrementa según la magnitud emocional expresada. A mayor fuerza, mayor conflicto.

Sólo tenéis que ver un programa televisivo donde la intención es difundir una información perpetuando conflicto contra algún colectivo. Por ejemplo, cuando hay elecciones los partidos desean ganar. El miedo a perder es tan grande que nos hemos habituado a discursos basados en el miedo y la culpabilidad irracional. Observar la base emocional, la proyección de las palabras desde esa base. Si el espectador no utiliza su filtro reflexivo la información se cuela en el inconsciente a modo reactivo. De esta manera, en cuanto los ojos vean al grupo que ha sido criticado o juzgado, surgirá una reacción de rechazo inmediato. El objetivo televisivo habrá cumplido su misión: contagiar al espectador desde la base emocional proyectada para que nos apartemos de ese grupo. (Podéis llevar este ejemplo a cualquier situación conflictiva).

Recordad:

1.-Las emociones mueven el pensamiento y se contagian como la pólvora.

2.-El pensamiento puede ser automático y reactivo si no se usa el filtro reflexivo, influyendo en las decisiones y acciones.

3.-Vivir deprisa, limita la conexión con nuestro potencial interno resolutivo.

4.-El uso rápido de los móviles e internet empuja a nuestro cerebro a reaccionar (no da tiempo a digerir la información).

5.-Observa. Hay amenazas que son irreales.


Estado de conciencia

 

Anemone, Pixabay

El amor es un estado de conciencia que se encuentra en uno mismo. 

Aprender a conectar con este estado  neutraliza los grados de sufrimiento causados por falsas percepciones. Desde ese estado, se alcanza una visión global aceptando a las personas tal y como son. Este enfoque nos acerca a la pluralidad. Los problemas se minimizan encontrando soluciones desde tu propio centro. Desde ese centro la cooperación se manifiesta.

Alcanzar este estado se realiza con la naturalidad más absoluta que existe y esa es la vida. Las manifestaciones emocionales deben surgir tomando conciencia de que somos responsables de ellas de manera individual. Cuando aprendemos a proyectar nuestro propio amor hacia nuestras reacciones sin culpabilizarnos, ese estado de conciencia se manifiesta.

Esto no implica vivir sin conflicto o en un estado constante de calma. Implica atención, respeto y responsabilidad hacia uno mismo y hacia los demás. 

 

Somos más de lo que creemos ser

Eduardo Domingos, Pixabay 

Vivir en armonía no es ignorar los acontecimientos. Es tomar conciencia de lo que está sucediendo alrededor y en uno mismo para trabajar desde un compromiso coherente.

Si observamos nuestros movimientos diarios, comprobaremos que se pueden comparar a una escena de teatro. Cada uno acude a sus quehaceres cumpliendo su papel, sólo que muchas veces se actúa sin escuchar la voz del Director.

La presencia total en el escenario es fundamental para el desarrollo de una obra. La presencia total en nuestra vida es fundamental para el desarrollo de esta. Y nosotros, somos los protagonistas.

Dentro de nosotros hay una voz de miedo y culpabilidad enjuiciadora programada desde el pensamiento de carencia. Se llama ego; un espectador que no cesa de parlotear.

Cada uno tiene un Director. Sólo debemos aprender a escucharlo. Él es paciente y espera.


Próxima conferencia