Una de las creencias que heredamos del pensamiento de carencia es que el
dinero hay que perseguirlo o conseguirlo a toda costa. Es evidente que no se
puede vivir sin dinero. Es nuestra moneda de cambio para cubrir las necesidades
básicas que garantizan la supervivencia y la dignidad humana.
El dinero no se consigue; está. El hecho de que creamos que no está provoca
un desajuste en todos los niveles que parte del miedo a perder. Otra cosa es
que en nuestras cuentas tengamos mucho o poco dinero. Hablo de la
percepción hacia el dinero.
Trabajar creyendo que el único objetivo es conseguir dinero desmotiva pues acudir a cualquier lugar de trabajo implica un esfuerzo diario considerable. Trabajar tiene dos objetivos: cooperar en un servicio y recibir dinero a cambio.
Ejercemos un trabajo. Ese trabajo ayuda a cumplir un fin entre empresa,
sociedad y familia o vida propia. El dinero llega por la prestación del servicio.
Y ese dinero sirve para repartir en las distintas áreas de la vida. A su
vez pagamos impuestos. Que se reparten dentro de un sistema de Seguridad Social creado en su momento para ser cooperativo y solidario. Quien se quede sin empleo estará mínimamente cubierto.
El tiempo del desempleo permite rehabilitarse en cualquier área para volver a
proyectarse en sociedad y no romper el círculo cooperativo.
Así de sencillo.
Pero como el foco está puesto en conseguir el dinero a toda costa entra la
corrupción, la desmotivación, las bajas, las enfermedades, el desequilibrio
mental, los abusos empresariales, los desvíos de fondos y el sálvese quien pueda que yo miro por mí.
Se rompe el sistema cooperativo construido. La vida de nuestros antepasados
entonces pierde valor pues volvemos a repetir la misma carencia. Se reduce el presupuesto
en bienestar social (educación, sanidad, salud mental). Y el futuro de nuestros hijos queda
en incertidumbre: "la vida es dura"... ¡¿De verdad?! Y ellos nos
responden: "¡ni estudio, ni trabajo!, no he nacido para
sufrir".
Cuando perseguimos algo, ese algo huye. Creamos el efecto contrario. Es la
actitud quien ayuda en los cambios, no el dinero. Cada uno que reflexione sobre
su granito de arena. Si continuamos así y unimos todos, obtendremos un
desierto.