El dinero

 

Kris en Pixabay

Una de las creencias que heredamos del pensamiento de carencia es que el dinero hay que perseguirlo o conseguirlo a toda costa. Es evidente que no se puede vivir sin dinero. Es nuestra moneda de cambio para cubrir las necesidades básicas que garantizan la supervivencia y la dignidad humana.

El dinero no se consigue; está. El hecho de que creamos que no está provoca un desajuste en todos los niveles que parte del miedo a perder. Otra cosa es que en nuestras cuentas tengamos mucho o poco dinero. Hablo de la percepción hacia el dinero.

Trabajar creyendo que el único objetivo es conseguir dinero desmotiva pues acudir a cualquier lugar de trabajo implica un esfuerzo diario considerable. Trabajar tiene dos objetivos: cooperar en un servicio y recibir dinero a cambio.

Ejercemos un trabajo. Ese trabajo ayuda a cumplir un fin entre empresa, sociedad y familia o vida propia. El dinero llega por la prestación del servicio. Y ese dinero sirve para repartir en las distintas áreas de la vida. A su vez pagamos impuestos. Que se reparten dentro de un sistema de Seguridad Social creado en su momento para ser cooperativo y solidario. Quien se quede sin empleo estará mínimamente cubierto. El tiempo del desempleo permite rehabilitarse en cualquier área para volver a proyectarse en sociedad y no romper el círculo cooperativo.

Así de sencillo.

Pero como el foco está puesto en conseguir el dinero a toda costa entra la corrupción, la desmotivación, las bajas, las enfermedades, el desequilibrio mental, los abusos empresariales, los desvíos de fondos y el sálvese quien pueda que yo miro por mí. Se rompe el sistema cooperativo construido. La vida de nuestros antepasados entonces pierde valor pues volvemos a repetir la misma carencia. Se reduce el presupuesto en bienestar social (educación, sanidad, salud mental). Y el futuro de nuestros hijos queda en incertidumbre: "la vida es dura"... ¡¿De verdad?! Y ellos nos responden: "¡ni estudio, ni trabajo!, no he nacido para sufrir".  

Cuando perseguimos algo, ese algo huye. Creamos el efecto contrario. Es la actitud quien ayuda en los cambios, no el dinero. Cada uno que reflexione sobre su granito de arena. Si continuamos así y unimos todos, obtendremos un desierto.

 


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