La conexión interna está estrechamente ligada a la respiración
natural (lenta y constante). Las preocupaciones y el estrés acortan su
ritmo natural, cerrando el diafragma. Así, los pensamientos negativos se
aglutinan, las tensiones bloquean la musculatura y el sistema inmunológico cae.
El alma se duerme.
Si observamos la naturaleza esta se muestra ante nosotros con un movimiento
lento y constante. Nuestra respiración podría compararse con el oleaje del mar.
Cuando está en calma muestra tranquilidad. Las olas van y vienen manteniendo la
vida en su interior. Cuando el oleaje está bravo, su movimiento genera
turbulencias internas alterando el ecosistema. Nuestra respiración actúa
similar.
Cuando sentimos angustia por manifestaciones de crisis o bucles, podemos
paliar los efectos prestando atención al centro del corazón y a la respiración.
De esta manera cambiamos el foco dando más importancia al aire que entra y sale
por los pulmones.
Imaginad que una mañana os levantáis de la cama y notáis el ambiente de la
casa cargado. Entonces abrimos las ventanas y en cuestión de segundos la
ventilación se lleva esa energía cargada. El mecanismo diafragmático son las
ventanas.
Cuando nacemos respiramos de manera natural. Cuando somos adultos nos tenemos que recordar que estamos respirando erróneamente ante las obligaciones que arrastran a la prisa. Olvidarse de la respiración natural es olvidarse de
uno mismo.