Quien más o quien menos ha vivido alguna vez situaciones dolorosas. Estas
han conectado con una emoción concreta causante de una reacción. Esa reacción
ha generado dolor en uno mismo o en otra persona.
Ante una situación que el cerebro considere amenazante reacciona atacando
pues se posiciona en situación de víctima y a la vez, verdugo. En este sentido
puede ocurrir que la persona se culpabilice a sí misma o a los demás. Estas reacciones,
lejos de liberar, encadenan aún más al dolor y al sufrimiento.
En cambio, cuando la situación se analiza desde la neutralidad
emocional, alejada de la culpabilidad enjuiciadora, se
accede al perdón, nuestra arma de liberación.