Vivir en armonía no es ignorar los acontecimientos. Es tomar conciencia de
lo que está sucediendo alrededor y en uno mismo para trabajar desde un
compromiso coherente.
Si observamos nuestros movimientos diarios, comprobaremos que se pueden
comparar a una escena de teatro. Cada uno acude a sus quehaceres cumpliendo su
papel, sólo que muchas veces se actúa sin escuchar la voz del Director.
La presencia total en el escenario es fundamental para el desarrollo de una
obra. La presencia total en nuestra vida es fundamental para el desarrollo de
esta. Y nosotros, somos los protagonistas.
Dentro de nosotros hay una voz de miedo y culpabilidad enjuiciadora
programada desde el pensamiento de carencia. Se llama ego; un espectador que no
cesa de parlotear.
Cada uno tiene un Director. Sólo debemos aprender a escucharlo. Él es
paciente y espera.