Las emociones son como los cambios de marcha de un vehículo. Se manifiestan
adaptándose a la carretera. Si encontramos una pendiente, reducimos la marcha y
subimos despacito. Si el camino está despejado, podemos meter la quinta marcha
y sentir la velocidad.
Quien conduce el vehículo somos nosotros pero nosotros no somos las
marchas. Y, lo mismo que no hay marchas mejores ni peores tampoco hay emociones
malas o buenas.
Existen dos emociones básicas: el amor y el miedo. Todas las demás derivan
de ellas. Unas son positivas y otras, negativas. Todas tienen su utilidad.
Si voy al campo y veo una serpiente, sentiré miedo para protegerme.
Si alguien reclama mi ayuda, sentiré amor empático para ayudar.
Si percibo que quien reclama mi ayuda quiere aprovecharse
de mí porque en mi recorrido de vida sucedió una vez, entonces está actuando
el miedo irracional quien identifica una
nueva situación a una experiencia pasada. El resultado será la omisión de la
ayuda y un enfado de culpabilidad interna por haber permitido un abuso (las
emociones no viven en el tiempo lineal. No saben que lo sucedido ya pasó). En
este caso, la experiencia pasada domina en el presente pues la emoción
está anclada en lo sucedido anteriormente. Aquí se formó una creencia:
ayudar=abuso. En este caso para liberar la percepción errónea tendré
que trabajar la emoción que quedó anclada en la creencia. Gestionando la
culpabilidad enjuiciadora y el perdón hacia mí misma por
permitir en su momento un abuso. Comprendiendo que si actué así fue porque no
supe hacerlo de otra manera.
De nuevo surgirá el sentimiento de culpa con la utilidad de corregir en
lugar de anclar el juicio. Las oportunidades evolutivas son a diario.
La etimología procede del griego emovere que significa
mover. Por lo tanto, las emociones mueven el pensamiento para generar acciones.
Si domina el miedo irracional, las acciones serán reactivas. Si
domina el amor, las acciones serán reflexivas y cooperativas.
Ahora bien, ¿tenemos opción para elegir nuestras emociones? Los estados
emocionales están condicionados por cuanto hemos aprendido en las etapas más
tempranas de nuestra existencia. El camino para desaprender parte de nuestra
propia voluntad, por lo tanto, la opción existe.