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Ayer cuidé pero no de ti.
Perdida en el camino respiré sin aire.
Hoy te encuentro mal herida en mitad de un bosque sombrío.
Y te acuno desde el centro enviándote un latido.
Levanta la mirada, niña mía.
Recoge de la ombría los más valiosos frutos.
Dirígete a la pradera y entrégate a descubrir,
cuántas maravillas vienen a por ti.
Y una sonrisa se dibujó en ella.
Cristina Romea