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Reflexiones humanistas de crecimiento personal y herencias emocionales
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Leandro de Carvalho, Pixabay
Estimado lector:
Te vas a adentrar en una lectura que invita a la reflexión de una
manera cercana y poética.
Todas las entradas tienen una lógica secuencial por lo que te
aconsejo que comiences leyendo de principio a fin, incluida la parte
"sobre mí".
Es necesario que leas despacio para que te de tiempo a asimilar la
nueva información que te está llegando. El punto de vista que expongo no se
corresponde con la programación que nuestro cerebro ha sido educado. Si sientes
un rechazo a algo escrito, una reacción automática, esto es una manifestación
directa de esa programación. Una resistencia.
La programación automática del cerebro manifiesta la resistencia a
modo de protección. No le gusta salirse de lo que ya conoce porque le da miedo.
En este caso la elección de continuar leyendo o no será tuya.
Consejo: no te pelees con la resistencia. Sencillamente acompáñala
como si fuera un niño que no quiere ir al colegio. Desde la amabilidad hacia
uno mismo la resistencia cede.
Decidas lo que decidas, hagas lo que hagas, me siento feliz de que
hayas llegado hasta aquí.
Disfruta de la lectura.
Cristina Romea
Nota: No soy muy ágil con la tecnología. Si al final de la página os sale esto: Entradas antiguas, pinchar en el enlace. El blog finaliza con un poema. Seguir el orden es importante.
Nací en 1971 en Sabadell (Barcelona).
Crecí en la frontera entre el ayer y el hoy donde en los colegios,
familias y sociedad quedaban fuertes bases dictatoriales. Los conocimientos
sobre la influencia del ambiente emocional en los entornos era un campo
desconocido.
En mi caso, la orientación hacia el desarrollo interno quedó bloqueada a los trece años cuando el director recomendó a mis padres que no invirtieran en mí. En mi inconsciente, quedó oculta la marca de inútil. Mi educador principal fue el televisor, encendido en casa durante todo el día sin filtro alguno. Así, en mi formación de identidad, fijé una visión errónea acerca de mí misma y de lo que era el mundo. Mi voluntad quedó anulada junto con el desarrollo interno para un plan de vida estable. En la edad adulta experimenté profundas crisis emocionales que me obligaron a pasar por terapia. A su vez, me metí de lleno en investigar de manera autodidacta la influencia del entorno sociocultural y educacional en las etapas de crecimiento de una persona, relacionándolo con la época dictatorial.
Indagué en la psicología, la historia y la reflexión. No me detuve
hasta hallar respuestas. Mi vida ha sido un proceso del que hoy en día
estoy orgullosa pues puedo darle sentido con mis creaciones.
Consciente de que muchas personas han podido experimentar algo
parecido, he volcado mi trabajo en la novela Pan con vino y azúcar (Amazon)
2018, junto con las reflexiones Evolución que
comparto en este blog y ponencias ante
el público donde desvelo las claves reflexivas de un pensamiento heredado de
carencia ligado al miedo y a la culpabilidad irracional. Esta herencia daña la
autoestima.
La recuperación de valores éticos y morales que nos unen como
personas, el perdón hacia nuestra historia individual y colectiva o dignificar
el pasado para dignificar el presente y construir futuro, son asignaturas
pendientes. Mis creaciones humanistas, apuestan por ello.
Cristina Romea
Mónica, la protagonista de la novela, está condicionada
emocionalmente en su vida. Tras una crisis de ansiedad acude a una consulta
terapéutica donde será guiada por el doctor Lluc para desvelar los bloqueos
emocionales que le limitan.
El viaje emocional de Mónica nos adentrará a la comprensión de la
historia de tres generaciones. El contexto histórico donde crecieron sus
abuelos y sus padres formaron creencias limitantes en el inconsciente causantes
de los bloqueos de Mónica.
La liberación emocional será su única vía de trascender el dolor
hacia el Amor incondicional. Desde la comprensión profunda de las
circunstancias y el perdón.
Compra de ejemplares: Amazon - Pan con vino y azúcar
El escenario
de la novela está recreado en el pueblo donde nació mi abuela: Peñalcázar
(Soria). Lleno de riqueza histórica.
En este post
deseo centrarme en la generación de mi abuela tras la Guerra Civil Española.
Tenemos un escenario desolado donde es necesario sacar las fuerzas internas
para volver a construir. Trabajar de sol a sol; Hacer trueque; unirse con las
personas de confianza; tener cuidado con la guardia civil; portarse como es debido...
Historias llenas de luces y sombras. Confianza, desconfianza y... miedo. Miedo
a perder.
Aún así, la vida volvió a comenzar. ¡Y sin psicólogos post-trauma! ¿Cómo lo
hicieron?
Aferrándose a los buenos recuerdos. Creando momentos únicos de unión: la
matanza del cerdo; pasear hasta la estación del tren; sentarse a la fresca bajo
las estrellas; sacar el genio cuando era necesario un límite; abriendo la
puerta a conocidos: "donde comen tres, comen cuatro"; conectando con
la naturaleza y sus recursos: cogiendo tomillo, té, manzanilla. Bañándose en
las aguas nítidas del río Manubles; caminar más de siete kilómetros por el
monte para tomarse un café con algún amigo de algún pueblo vecino...
¿Y en la parte más oscura?
Alguna mujer destruida en su dignidad por abusos de la barbarie;
quebrantamiento mental del dolor insoportable empujando al suicidio; tristeza
profunda por la muerte de algún hijo; peleas o denuncias por envidia o
rencor...
En este contexto histórico se formó mi abuela. Sus manos tenían artrosis de
tanto trabajar. Y sabañones en los días de invierno por acudir al lavadero. Fue
una auténtica heroína. ¡Y cocinaba de bien!
Año 2024: Abuela, ¡he pedido el divorcio por lo harta que estoy de
poner lavadoras! ¡Siempre me toca a mí! Mañana pediré cita con el psicólogo.
Estoy traumatizada.
VALOR...
Cuando visitéis Peñalcázar pasear en silencio entre sus calles. Si lo
hacéis con respeto, sentiréis un sobrecogimiento. Son las voces del ayer
reclamando dignidad. Ellos forman parte de nosotros.
Estar atentos porque es cierto que sus rincones hablan. Es un punto
estratégico y energético importante. La última vez que estuve me detuve en la
era, de espalda a la ermita. Sentí ganas de llorar ante un pueblo desaparecido.
Entonces una voz susurró cerca de mí:
-Recuerda cómo vivimos. Haz de tu vida la creación más sublime en esencia: proyecta el amor a nuestra historia. Necesitamos el perdón. Libertad.
-No hay culpables, abuela. No hay culpables...
"Peñalcázar existe con sus cimientos derruidos. A la espera de que nuevas
civilizaciones remuevan entre sus escombros hasta encontrar en ellos la raíz
latente que aporte sentido a la existencia".
En este enlace podéis ver un espectacular vídeo de Peñalcázar.
A lo largo de la historia las mujeres hemos estado castigadas sólo por el hecho de ser mujer. La sociedad y la familia se encargaron, mediante doctrinas educativas, de orientarnos a comportamientos automáticos en los que, si renegábamos, el sentimiento de culpabilidad se encargaría de reconducirnos a cumplir la lealtad. Una mujer nacía y se le instrumentalizaba para obedecer las necesidades del hombre.
“¡Uy!, pero eso pasó hace mucho. Ahora no pasa”… “¡Ja!, ¿en qué planeta vives? Despierta”. Afortunadamente hemos avanzado en comparación de nuestras abuelas y madres pero todavía queda mucho trabajo por hacer.
Una mujer no muere a manos de su pareja. Es asesinada por esta. Los asesinatos son la punta del iceberg por lo tanto, la violencia de género es un problema social, no son casos aislados. Y su base está en la tolerancia a comportamientos machistas aceptados socialmente.
En la base, nuestro entorno más cercano, está el micromachismo oculto. Sutil y dañino a nivel ético y moral. El que no se puede denunciar por falta de pruebas. El que afecta tanto a mujeres adultas como a jóvenes. Y también a los hombres que apuestan por desengancharse de su socialización dominante porque desean relaciones constructivas y sanas basadas en el respeto y la responsabilidad.
Algunos hombres pueden estar experimentando deseos de crecimiento hacia la equidad pero el miedo a romper su falsa identidad de “fuerza viril” ante el grupo social les retrae. Les acerca a crisis internas existenciales que o bien, se reconducen con ayuda psicológica o bien, terminan en la autodestrucción mediante estímulos externos ligados al alcohol, drogas y/o violencia sexual.
La violencia sexual abarca muchos ámbitos. Pero aquí me quiero centrar en la que se da dentro de entornos de confianza donde el hombre ejerce un abuso de la confianza y el engaño estratégico hacia la mujer o mujeres, para usar su vagina a su antojo, poniendo en riesgo su salud. Al ser un engaño estratégico, hay un consentimiento por parte de ella, por lo tanto este tipo de violencia no se considera delito. Se queda en el nivel personal como falta de respeto y de responsabilidad. Las consecuencias serán un daño moral cuando la mujer descubra que se ha abusado de su confianza desde el engaño. Quedará una herida interna donde hará falta un trabajo psicológico de recuperación de autoestima. El aumento de cifras en las enfermedades de transmisión sexual indican este tipo de aumento de violencia micromachista, tanto en mujeres jóvenes como en adultas.
Otro ejemplo de micromachismo aceptado socialmente, es aquel que afecta a quienes han dedicado su tiempo a la economía reproductiva: aquella que se ocupa de las gestiones del hogar y la educación consciente hacia sus descendientes. Un trabajo silencioso y no reconocido socialmente.
Cuando una mujer de cincuenta años se encuentra divorciada, desempleada y al frente de un hogar en solitario, mientras su exmarido tiene logros profesionales, jubilación garantizada y tiempo para el ocio, no es la mujer quien ha fallado o no ha querido trabajar. Ha fallado todo un sistema democrático con bases patriarcales donde se priorizan los intereses particulares y no los grupales. A todo esto se le debe sumar el estigma de culpabilidad que el entorno familiar le mostrará a ella por salirse del rebaño. Por reivindicar la falta de igualdad entre géneros dentro del ámbito laboral y familiar. Se le expulsará del paraíso por no cuidar bien de Adán. ¡Gracias Eva!
Lo paradójico es que hoy en día encontramos a hombres adultos que se auto-declaran progresistas o liberales manteniendo actitudes machistas propias de tatarabuelos falangistas. Falsas identidades. Lobos con piel de cordero. Así actúa un maltratador que ejerce una violencia, imperceptible para su entorno social. Su verdadera identidad aflora en la intimidad con la mujer. Culpabilizándola para mantener el dominio sobre ella. Para utilizarla a su antojo. Para confundirla. Y ella, hija de la sumisión, llega a creer que es la causante de su situación. La persona de confianza con la que mantiene una relación estrecha y el entorno familiar y social, se han encargado de llenarla de miedo mediante la culpa. Y ya sabemos que la reacción del miedo es parálisis. Por lo tanto ella necesita ayuda y apoyo. Nunca una crítica.
La receta del caldo dominio-sumisión está preparada para la presa en una sociedad aparentemente democrática. Cooperemos en nuestro entorno deteniendo el micromachismo para cambiar los ingredientes.
Cristina Romea
A lo largo de los siglos el ser humano ha experimentado etapas en las que los cambios han significado un avance en el modo de relacionarse y construir. Dentro de esos cambios el dolor siempre ha estado presente debido a la distinción de las clases sociales, los desajustes humanitarios y las guerras. Etapas evolutivas que se repiten dentro de un ciclo constante llamado vida.
¿Cuál será el siguiente cambio? Quizá ya estemos contribuyendo a ello.
En los últimos años hemos dado un salto, inimaginable para muchos de nuestros antepasados, en tecnología. Hemos ganado en calidad de vida a comparación con nuestros abuelos. Y se nos ha abierto un campo nuevo hacia el conocimiento de las emociones.
Ahora bien, ¿avanzamos en humanidad? ¿Nos posicionamos en los valores que nos unen en esencia para construir? ¿Cuánto influyen las experiencias pasadas en la desconfianza? ¿Qué es la carencia? ¿Cooperar o competir?
Comprender quienes somos en valores humanos nos acerca a la pluralidad. Nos ayuda a salir del "yo" para adentrarnos en la conciencia del "Nosotros", acercándonos a la paz.
Si habéis visitado alguna vez el Museo de la Evolución Humana, os
habréis dado cuenta de los cambios constantes que ha sufrido nuestro planeta
Tierra y el ser humano. Todos esos cambios han ido acompañados por el ritmo de
evolución y regeneración natural: lento y constante.
En el caso de las personas, nuestro cerebro requiere de tiempo y calidad
para integrar conocimientos que adquirimos del medio, filtrarlos en nuestro
interior y volver a expresarlos de manera creativa y constructiva hacia el
medio y sociedad.
En el caso del planeta Tierra, sus recursos son renovables a largo plazo
debido a ese ritmo lento y constante de regeneración natural.
Actualmente, ese ritmo evolutivo se encuentra en peligro, tanto en nuestro
planeta como en nosotros mismos. Las crisis económicas generan grandes
desajustes a nivel humanitario que incitan cometer actos egocéntricos en
todos los niveles. Todo este desajuste encauza al ritmo de la evolución
biológica, socio-cultural y medioambiental hacia la enfermedad.
La conexión con uno mismo está estrechamente ligada a la respiración
natural (lenta y constante). Las preocupaciones y el estrés acortan su
ritmo natural, cerrando el diafragma. Así, los pensamientos negativos se
aglutinan, las tensiones bloquean la musculatura y el sistema inmunológico cae.
El alma se duerme.
Si observamos la naturaleza esta se muestra ante nosotros con un movimiento
lento y constante. Nuestra respiración podría compararse con el oleaje del mar.
Cuando está en calma muestra tranquilidad. Las olas van y vienen manteniendo la
vida en su interior. Cuando el oleaje está bravo, su movimiento genera
turbulencias internas alterando el ecosistema. Nuestra respiración actúa
similar.
Cuando sentimos angustia por manifestaciones de crisis o bucles, podemos
paliar los efectos prestando atención al centro del corazón y a la respiración.
De esta manera cambiamos el foco dando más importancia al aire que entra y sale
por los pulmones.
Imaginad que una mañana os levantáis de la cama y notáis el ambiente de la
casa cargado. Entonces abrimos las ventanas y en cuestión de segundos la
ventilación se lleva esa energía cargada. El mecanismo diafragmático son las
ventanas.
Cuando nacemos respiramos de manera natural. Cuando somos adultos nos tenemos que recordar que estamos respirando erróneamente ante las obligaciones que arrastran a la prisa. Olvidarse de la respiración natural es olvidarse de
uno mismo.
Conocer de dónde venimos es importante para saber las bases emocionales que llevamos en el inconsciente colectivo.
Toda relación basada en la necesidad lleva una base emocional de miedo a
perder heredada.
Las generaciones que crecieron tras la Guerra Civil Española vivieron desde
un pensamiento de supervivencia y carencia. Las creencias que se formaron
dentro del contexto histórico fueron evolucionando a medida en que la sociedad
avanzaba. Aún así, hay aspectos pendientes de evolucionar para sanar la
percepción y la comunicación, como la creencia de que somos incompletos.
El pensamiento de carencia se formó para controlar a la población con
el fin de mantener un sistema jerárquico. En el inconsciente se instaló la
base del miedo y la culpabilidad irracional de la
siguiente manera:
Se logró:
Consecuencias
El inconsciente no pierde la información. Las herencias emocionales siguen
vigentes. La toma de conciencia lleva al cambio para sentirnos completos,
elevando a la autoestima.
Debemos comprender que dentro de la sociedad patriarcal, ellos hicieron lo
que pudieron. A pesar del miedo el Amor nunca dejó de existir.
De vez en cuando me gusta pasear por lugares tranquilos. Estos paseos me
sirven para crear paralelismos entre la naturaleza y nuestra manera de vivir.
Paseando por un bosque reflexioné: “árboles creciendo juntos. Cada uno se
alimenta de sus propias raíces. Distintas especies forman un conjunto
paisajístico. No falta ni sobra ningún árbol. Si se quita alguno el paisaje
cambiará y su función variará”.
La naturaleza crea paisajes y microclimas para acoger a la vida. Es un
trabajo de cooperación sin posesión.
El paralelismo encontrado fue: “pertenezco a este mundo aunque nada ni
nadie me pertenece”. Y la libertad se despertó en mí.
Las emociones son como los cambios de marcha de un vehículo. Se manifiestan
adaptándose a la carretera. Si encontramos una pendiente, reducimos la marcha y
subimos despacito. Si el camino está despejado, podemos meter la quinta marcha
y sentir la velocidad.
Quien conduce el vehículo somos nosotros pero nosotros no somos las
marchas. Y, lo mismo que no hay marchas mejores ni peores tampoco hay emociones
malas o buenas.
Existen dos emociones básicas: el amor y el miedo. Todas las demás derivan
de ellas. Unas son positivas y otras, negativas. Todas tienen su utilidad.
Si voy al campo y veo una serpiente, sentiré miedo para protegerme.
Si alguien reclama mi ayuda, sentiré amor empático para ayudar.
Si percibo que quien reclama mi ayuda quiere aprovecharse
de mí porque en mi recorrido de vida sucedió una vez, entonces está actuando
el miedo irracional quien identifica una
nueva situación a una experiencia pasada. El resultado será la omisión de la
ayuda y un enfado de culpabilidad interna por haber permitido un abuso (las
emociones no viven en el tiempo lineal. No saben que lo sucedido ya pasó). En
este caso, la experiencia pasada domina en el presente pues la emoción
está anclada en lo sucedido anteriormente. Aquí se formó una creencia:
ayudar=abuso. En este caso para liberar la percepción errónea tendré
que trabajar la emoción que quedó anclada en la creencia. Gestionando la
culpabilidad enjuiciadora y el perdón hacia mí misma por
permitir en su momento un abuso. Comprendiendo que si actué así fue porque no
supe hacerlo de otra manera.
De nuevo surgirá el sentimiento de culpa con la utilidad de corregir en
lugar de anclar el juicio. Las oportunidades evolutivas son a diario.
La etimología procede del griego emovere que significa
mover. Por lo tanto, las emociones mueven el pensamiento para generar acciones.
Si domina el miedo irracional, las acciones serán reactivas. Si
domina el amor, las acciones serán reflexivas y cooperativas.
Ahora bien, ¿tenemos opción para elegir nuestras emociones? Los estados
emocionales están condicionados por cuanto hemos aprendido en las etapas más
tempranas de nuestra existencia. El camino para desaprender parte de nuestra
propia voluntad, por lo tanto, la opción existe.
El sentimiento de culpa
tiene una funcionalidad útil que ayuda a corregir un error ético o moral. Es
decir, corregimos el error y seguimos viviendo. Por lo tanto la culpa cumple su
misión evolutiva.
El uso disfuncional aprendido en la educación autoritaria es perpetuar un
castigo infundiendo miedo.
Cuando el sentimiento de culpa perdura ante los errores mínimos que podemos
cometer a diario, o repetitivos, puede encaminarnos a la tristeza pues estamos
utilizando un castigo interno en lugar de una corrección.
La voz interna de la culpabilidad autoritaria es enjuiciadora y
disfuncional. No resuelve. Encamina a la mente hacia un castigo con
pensamientos repetitivos de bucle aumentando la reactividad emocional.
Proyectando dolor interno y externo.
Quien más o quien menos ha vivido alguna vez situaciones dolorosas. Estas
han conectado con una emoción concreta causante de una reacción. Esa reacción
ha generado dolor en uno mismo o en otra persona.
Ante una situación que el cerebro considere amenazante reacciona atacando
pues se posiciona en situación de víctima y a la vez, verdugo. En este sentido
puede ocurrir que la persona se culpabilice a sí misma o a los demás. Estas reacciones,
lejos de liberar, encadenan aún más al dolor y al sufrimiento.
En cambio, cuando la situación se analiza desde la neutralidad
emocional, alejada de la culpabilidad enjuiciadora, se
accede al perdón, nuestra arma de liberación.
Cada uno de nosotros nace en un país, con una cultura determinada, dentro
de una familia donde cada uno de los integrantes está condicionado por su
educación y época de nacimiento. Esa educación se transmite al nuevo miembro
heredando este una serie de creencias y limitaciones arraigadas. Esas creencias
quedan grabadas en su interior condicionando su presente.
En algún momento de la existencia esa persona puede tener deseos de
experimentar la vida según siente en su interior, no según le han enseñado. Es
preciso tener en cuenta que cuando esta situación se manifiesta el
sentimiento de culpa aparece pues salirnos del rebaño implica
“traición”.
Para llevar a cabo este proceso es necesario enfrentarse, sin
violencia y con respeto, a los miedos internos y a las estructuras
familiares heredadas. Los pequeños cambios son los que generan grandes
movimientos y estos comienzan con la escucha hacia uno mismo. Realizando cuanto
se siente en el interior para beneficio propio y común. Estas pequeñas acciones
serán un acto de valentía.
Noel Bauza, Pixabay
El pensamiento de carencia impide que reconozcamos la existencia como
tal.
Nuestros antepasados aprendieron a reconocerse por aquello que tenían. Así
nació el estatus. Cuanto más se tenía, más reconocimiento. Esta manera de
percibirse trajo al presente una herencia emocional que actualmente se traduce
en envidia, avaricia y exceso de consumo.
Como veis, percibirnos incompletos tiene unas repercusiones comunicativas y
sociales poco favorables para el equilibrio y bienestar común.
Es muy habitual encontrarnos con alguna persona y que esta nos pregunte por
nuestro trabajo o por nuestros estudios. Rara vez respirará, nos mirará a los
ojos y nos comentará sinceramente: “¡qué bien te veo!” Si os encontráis con
alguien así podéis deteneros y darle un abrazo sin reparos pues os estará
reconociendo por lo que sois, no por lo que hacéis.
En nuestra sociedad el reconocimiento está invertido. Nos valoramos por lo
que hacemos, no por lo que somos. Desde este punto nacen las exigencias y las
autoexigencias para ser reconocidos mediante un logro.
A menudo, perseguimos el éxito dejando nuestro bienestar al margen sin ser
conscientes de que el reconocimiento ya lo tenemos sencillamente por existir.
Lo que hacemos es el medio por donde extendemos nuestra esencia. Sin
nuestra labor, nuestro universo, el de cada uno, se queda en cenizas pues no
puede extenderse y pierde su capacidad de crecimiento evolutivo.
Cuando el reconocimiento y el valor están orientados a nuestra naturaleza
interna, la capacidad para crear y extendernos mediante una actividad surge con
la motivación y esta a su vez encamina al éxito. Cuando el valor se enfoca en
los logros sin el reconocimiento interno, el éxito obtenido es efímero y
carente de esencia.
La pregunta: “¿para qué estoy haciendo lo que estoy haciendo?” ayuda a
obtener respuestas. Si esa respuesta está ligada a una búsqueda de
reconocimiento, el proceso debe ser invertido pues el reconocimiento no está
afuera, sino en uno mismo.
Una de las creencias que heredamos del pensamiento de carencia es que el
dinero hay que perseguirlo o conseguirlo a toda costa. Es evidente que no se
puede vivir sin dinero. Es nuestra moneda de cambio para cubrir las necesidades
básicas que garantizan la supervivencia y la dignidad humana.
El dinero no se consigue; está. El hecho de que creamos que no está provoca
un desajuste en todos los niveles que parte del miedo a perder. Otra cosa es
que en nuestras cuentas tengamos mucho o poco dinero. Hablo de la
percepción hacia el dinero.
Trabajar creyendo que el único objetivo es conseguir dinero desmotiva pues acudir a cualquier lugar de trabajo implica un esfuerzo diario considerable. Trabajar tiene dos objetivos: cooperar en un servicio y recibir dinero a cambio.
Ejercemos un trabajo. Ese trabajo ayuda a cumplir un fin entre empresa,
sociedad y familia o vida propia. El dinero llega por la prestación del servicio.
Y ese dinero sirve para repartir en las distintas áreas de la vida. A su
vez pagamos impuestos. Que se reparten dentro de un sistema de Seguridad Social creado en su momento para ser cooperativo y solidario. Quien se quede sin empleo estará mínimamente cubierto.
El tiempo del desempleo permite rehabilitarse en cualquier área para volver a
proyectarse en sociedad y no romper el círculo cooperativo.
Así de sencillo.
Pero como el foco está puesto en conseguir el dinero a toda costa entra la
corrupción, la desmotivación, las bajas, las enfermedades, el desequilibrio
mental, los abusos empresariales, los desvíos de fondos y el sálvese quien pueda que yo miro por mí.
Se rompe el sistema cooperativo construido. La vida de nuestros antepasados
entonces pierde valor pues volvemos a repetir la misma carencia. Se reduce el presupuesto
en bienestar social (educación, sanidad, salud mental). Y el futuro de nuestros hijos queda
en incertidumbre: "la vida es dura"... ¡¿De verdad?! Y ellos nos
responden: "¡ni estudio, ni trabajo!, no he nacido para
sufrir".
Cuando perseguimos algo, ese algo huye. Creamos el efecto contrario. Es la
actitud quien ayuda en los cambios, no el dinero. Cada uno que reflexione sobre
su granito de arena. Si continuamos así y unimos todos, obtendremos un
desierto.
El miedo es un mecanismo de defensa que tiene sentido cuando se viven
situaciones amenazadoras. Pero como ya sabéis, el pensamiento de carencia desde
el miedo irracional, nos ha enseñado a sentirnos y vernos divididos por lo
tanto creemos que nos podemos dañar. Es la base del miedo a perder o a morir.
Dentro de un conflicto, el grado del miedo irracional, se incrementa según
la magnitud emocional expresada. A mayor fuerza, mayor conflicto.
Sólo tenéis que ver un programa televisivo donde la intención es difundir
una información perpetuando conflicto contra algún colectivo. Por ejemplo,
cuando hay elecciones los partidos desean ganar. El miedo a perder es tan
grande que nos hemos habituado a discursos basados en el miedo y la
culpabilidad irracional. Observar la base emocional, la proyección de las
palabras desde esa base. Si el espectador no utiliza su filtro reflexivo la
información se cuela en el inconsciente a modo reactivo. De esta manera, en
cuanto los ojos vean al grupo que ha sido criticado o juzgado, surgirá una
reacción de rechazo inmediato. El objetivo televisivo habrá cumplido su misión:
contagiar al espectador desde la base emocional proyectada para que nos
apartemos de ese grupo. (Podéis llevar este ejemplo a cualquier situación
conflictiva).
Recordad:
1.-Las emociones mueven el pensamiento y se contagian como la pólvora.
2.-El pensamiento puede ser automático y reactivo si no se usa el filtro
reflexivo, influyendo en las decisiones y acciones.
3.-Vivir deprisa, limita la conexión con nuestro potencial interno
resolutivo.
4.-El uso rápido de los móviles e internet empuja a nuestro cerebro a
reaccionar (no da tiempo a digerir la información).
5.-Observa. Hay amenazas que son irreales.
Si quieres contactar conmigo para informarte sobre la conferencia o cualquier cuestión relacionada con la temática de este blog, hazlo direc...