El error: Y Franco ¿Qué opina de esto?

Algunas personas me suelen comentar que transmito mucha paz cuando estoy a su lado. Y me piden consejos para saber de qué manera pueden gestionar sus emociones. En más de una ocasión he explicado que yo no soy psicóloga. Que todo lo que escribo es desde una experiencia por lo tanto no puedo ni debo aconsejar a nadie en su proceso de gestión emocional. Aún así comparto con vosotros mi experiencia porque de los errores he aprendido mucho.


Ante un conflicto, mi procedimiento sano habitual  consiste en gestionar la emoción sin proyectarla en nadie. Siento la emoción dominante que se genera en ese instante y dejo que surja sin cuestionar por qué está surgiendo. Si he de llorar, lloro en soledad. Si siento rabia, salgo a correr o grito para liberar esa tensión. La emoción desbordada, sólo es una manifestación a través del cuerpo de una interpretación errónea asociada a una creencia limitante. 


Mi procedimiento imperfecto e insano, consiste en  proyectar esa culpabilidad en otra persona, a mi pasado o a mí misma. Cuando tomo conciencia de esto surge el sentimiento de culpabilidad. Este se manifiesta para decir: "Ey, reflexiona para que no vuelva a suceder".  Entonces observo la situación alejada de toda emoción de enfado para poder ver con claridad qué ha sucedido y de qué manera lo he interpretado. A partir de aquí podré tener una comunicación abierta sobre la situación con la otra persona, si esta lo desea, enfocándome primero a pedir perdón y ofreciendo la posibilidad de dialogar sobre lo que ha sucedido para poder avanzar o cerrar situaciones.


Como humanos el error forma parte de nosotros. La culpabilidad nunca ayudará a avanzar si no nos paramos a reflexionar. Si en una situación conflictiva nos quedamos únicamente con la parte dañada sintiéndonos ofendidos, perderemos de vista todo lo que esa relación nos ha aportado en positivo. Y en lugar de construir continuaremos defendiéndonos de estados emocionales erróneamente gestionados. La tendencia será confundir esa emoción con la persona. Es decir, identificarla como tal, alejándonos de descubrir algo tan bello como el alma humana, con sus perfecciones e imperfecciones. 


El valor hacia uno mismo, hacia  la amistad o a hacia la familia es digno de ser cuidado, atendido, protegido y mimado si se desea que perdure en el tiempo. Las emociones erróneamente gestionadas son un indicativo de que algo debe trascender para no repetir las mismas historias por  lo tanto el error cumple su misión evolutiva.


El castigo por errar nos viene dado históricamente por una sociedad dictatorial donde todavía quedan posos en nosotros mismos y en los demás. La conciencia avanza desde la parte individual a la colectiva.

Cristina Romea

 




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