Si Ana Frank pudiera
enviarnos un mensaje, tal vez lo haría de la siguiente manera:
“Bienvenidos a la casa de
arriba, también llamada cielo.
En mi vida terrenal pasé dos
años y medio escondida con mi familia,
por ser judía. Con la incertidumbre de que en cualquier momento podían dar una
patada a la puerta y pegarnos un tiro a cada uno de nosotros.
Teníamos un inconveniente
y es que a los judíos escondidos no se nos permitía tener acceso a un psicólogo
a domicilio, por lo que utilicé mi Diario como diván terapéutico.
Ahora veo el mundo desde
las alturas, junto con aquellos que
perecieron en el horror. Soy una luz que contempla vuestra vida terrenal desde
la calma, pues la destrucción no es divina, sino humana. No puedo estremecerme.
Sólo esperar desde aquí que la humanidad evolucione hacia el Amor.
Observo: los conflictos
actuales y sus consecuencias; los desplazamientos humanitarios; la manipulación
mental de aquellos que se creen más fuertes hacia quienes se creen más débiles;
el hambre en los países más necesitados. Contemplo, en general, la lucha por el poder
en todos los rincones del planeta. Un error tremendo que parte de la
inconsciencia de los humanos, pues el mayor poder que puede experimentar una
persona se encuentra a través del Amor. El Amor tiene el poder de hacer que te sientas gigante y ver a quienes
te rodean semejantes a ti. Quien piense que el poder significa posesión
material o territorial se posiciona en su propia destrucción convirtiéndose en
la persona más ruin y necia del planeta. También contemplo la belleza del
entorno natural que os protege y de todas aquellas personas que se mueven desde
el corazón sin perder la esperanza de que se produzca un cambio hacia un mundo
mejor.
La calma y el Amor que vivimos
desde el cielo es la utopía anhelada en la Tierra.”