¿Recordáis vuestra infancia, vuestros juegos?
Jugábamos disfrutando
del momento. Acordaos cuando venía algún adulto a cortarnos el juego; ¡cómo
nos molestaba! Nosotros sentíamos cuándo era hora de dejar el juego y cuando comenzar
otro sin ningún tipo de apego.
Llegamos a la etapa de adultos y esa capacidad innata
la dejamos dormir. Nos educan enseñándonos a apegarnos a las situaciones,
personas o materia. Somos árboles de hojas caducas. Todo cuanto confluye en las
etapas de nuestras vidas se transforma. Y al igual que los árboles renuevan sus
hojas, nuestras situaciones también se renuevan.
La vida se puede experimentar como pequeñas etapas
evolutivas. Finaliza una… a por otra, soltando la anterior y entrando en la
nueva desde la sabiduría adquirida. Como el juego de un niño.
La resistencia al cambio es una trampa. La mente utiliza los recuerdos para que nos aferremos a lo que tuvimos pero que ya no está, alejándonos del presente. Cegándonos ante nuestra nueva vida y oportunidad de crecimiento.
El desapego aporta experiencias de libertad, apertura y seguridad pues en este mundo nada muere, sencillamente se transforma en función del estado de conciencia de cada uno.
Cristina Romea