
Si
os encontráis con alguien así podéis deteneros y darle un abrazo sin reparos
pues os estará reconociendo por lo que
sois, no por lo que hacéis.
En
nuestra sociedad el reconocimiento está invertido. Nos valoramos por lo que
hacemos, no por lo que somos. Desde este punto nacen las exigencias y las autoexigencias
para ser reconocidos mediante un logro. A menudo, perseguimos el éxito dejando
nuestro bienestar al margen sin ser conscientes de que el reconocimiento por lo
que somos ya lo tenemos, sencillamente por existir.
Lo
que hacemos es el medio por donde
extendemos nuestra esencia. Sin nuestra labor, nuestro universo, el de cada
uno, se queda en cenizas pues no puede extenderse y pierde su capacidad de
crecimiento evolutivo.
Cuando
el reconocimiento y el valor están orientados a nuestra naturaleza interna, la
capacidad para crear y extendernos mediante una actividad surge con la
motivación y esta a su vez encamina al éxito.
Cuando
el valor se enfoca en los logros sin el reconocimiento interno, el éxito
obtenido es efímero y carente de esencia.
La
pregunta: “¿para qué estoy haciendo lo que estoy haciendo?” ayuda a obtener
respuestas. Si esa respuesta está ligada a una búsqueda de reconocimiento, el
proceso debe ser invertido pues el reconocimiento no está afuera, sino en uno
mismo.
Cristina Romea
blog.cristina-romea.com